Sólo quedan los recuerdos de ella cuando salía a correr cada mañana y cada noche, cómo regresaba a
su casa y pasaba tiempo con su familia. Aún se recuerdan las salidas con sus amigas
por las calles, las risas que no tenían fin. Se recuerdan los días cuando no sentía
miedo. Sobre todo, aquella noche donde ella confió en un hombre que le
prometió llevarla a casa y no lo cumplió.
Eran días confusos, donde las calles se llenaban de sangre y la sociedad
observaba para después apartar la mirada. Las personas encajaban cada vez más
en este mundo tan cruel y violento, era imposible ver belleza en los lugares
donde el ser humano habitaba.
Ella se alistaba, siempre se tomaba el tiempo necesario hasta sentirse lo suficientemente linda para su novio, quien solía hacer comentarios hirientes sobre su aspecto. Le prometió a su mamá llegar antes de las dos de la madrugada y salió de su casa.
A altas horas de la noche no se encontraba un alma por las calles, los restaurantes procuraban cerrar antes de media noche y las farmacias contaban con equipos de alta seguridad para evitar asaltos. Las personas estaban tan acostumbras a la agresión, al abuso y a la injusticia que ya les parecía algo común. Los niños no entendían lo divertido que era jugar en las calles con sus amigos, no podían salir a la tienda de la esquina sin sentir cierto temor y mucho menos podían confiar en desconocidos. Las personas lo contaban con tanta naturalidad que te hacían creer que no existía nada malo al respecto. Te hacían creer que a pesar de tanta maldad, no servía tener miedo porque en cualquier momento, sin importar quien seas, nunca estás a salvo.
Ella llegó a su destino y apenas entró, comenzó a bailar entre la gente y de la mano de su novio, quien no le permitía acercarse a nadie más.
La noche transcurrió de maravilla entre personas agradables y buena música. En un momento ella decidió dejar de tomar y solo bailar, pero su novio insistió en que esa noche él cuidaría que nada le ocurriera. Él se había ganado su confianza y entre sonrisas le ofrecía un par de tragos más. Avanzaba la noche y ella se sentía cada vez más incómoda con la cercanía que él provocaba. Lo comentó y él propuso finalmente llevarla a casa.
Ella accedió, pero de un momento a otro sintió cómo su cuerpo dejaba de reaccionar. Se encontraba aturdida, sin posibilidad de moverse correctamente. Él le ofreció ayuda, llevándola rápidamente a su auto, mientras comenzaba a quitarle la ropa. Ella comprendió la situación y comenzó a gritar a mitad de la calle; eran gritos de auxilio, sollozos de impotencia. Inevitablemente sentía que no podría soportarlo más y su fuerza disminuía. Cruzó miradas con una persona del otro lado de la calle, pero éste volteó la cara e ignoró los gritos de súplica. Ella no quería imaginarse la manera en cómo terminaría aquella noche.
Ella se culpaba. Se culpaba por pensar que este tipo de situaciones no le ocurrirían a ella, se culpaba por no poder hacer nada el respecto. Mientras tanto, él conservaba una sonrisa interna y contaba con cierta satisfacción desagradable; sin angustia e indiferente ante las quejas de la chica. Definitivamente ella no era la primera en subirse a ese auto y mucho menos la última.
Pasaron días, semanas y posiblemente varios meses donde la mamá ansiaba poder escuchar la puerta y al abrirla encontrarse con el rostro de su hija. Pero eso no sería posible, ella ya no regresaría.
Ella se alistaba, siempre se tomaba el tiempo necesario hasta sentirse lo suficientemente linda para su novio, quien solía hacer comentarios hirientes sobre su aspecto. Le prometió a su mamá llegar antes de las dos de la madrugada y salió de su casa.
A altas horas de la noche no se encontraba un alma por las calles, los restaurantes procuraban cerrar antes de media noche y las farmacias contaban con equipos de alta seguridad para evitar asaltos. Las personas estaban tan acostumbras a la agresión, al abuso y a la injusticia que ya les parecía algo común. Los niños no entendían lo divertido que era jugar en las calles con sus amigos, no podían salir a la tienda de la esquina sin sentir cierto temor y mucho menos podían confiar en desconocidos. Las personas lo contaban con tanta naturalidad que te hacían creer que no existía nada malo al respecto. Te hacían creer que a pesar de tanta maldad, no servía tener miedo porque en cualquier momento, sin importar quien seas, nunca estás a salvo.
Ella llegó a su destino y apenas entró, comenzó a bailar entre la gente y de la mano de su novio, quien no le permitía acercarse a nadie más.
La noche transcurrió de maravilla entre personas agradables y buena música. En un momento ella decidió dejar de tomar y solo bailar, pero su novio insistió en que esa noche él cuidaría que nada le ocurriera. Él se había ganado su confianza y entre sonrisas le ofrecía un par de tragos más. Avanzaba la noche y ella se sentía cada vez más incómoda con la cercanía que él provocaba. Lo comentó y él propuso finalmente llevarla a casa.
Ella accedió, pero de un momento a otro sintió cómo su cuerpo dejaba de reaccionar. Se encontraba aturdida, sin posibilidad de moverse correctamente. Él le ofreció ayuda, llevándola rápidamente a su auto, mientras comenzaba a quitarle la ropa. Ella comprendió la situación y comenzó a gritar a mitad de la calle; eran gritos de auxilio, sollozos de impotencia. Inevitablemente sentía que no podría soportarlo más y su fuerza disminuía. Cruzó miradas con una persona del otro lado de la calle, pero éste volteó la cara e ignoró los gritos de súplica. Ella no quería imaginarse la manera en cómo terminaría aquella noche.
Ella se culpaba. Se culpaba por pensar que este tipo de situaciones no le ocurrirían a ella, se culpaba por no poder hacer nada el respecto. Mientras tanto, él conservaba una sonrisa interna y contaba con cierta satisfacción desagradable; sin angustia e indiferente ante las quejas de la chica. Definitivamente ella no era la primera en subirse a ese auto y mucho menos la última.
Pasaron días, semanas y posiblemente varios meses donde la mamá ansiaba poder escuchar la puerta y al abrirla encontrarse con el rostro de su hija. Pero eso no sería posible, ella ya no regresaría.
El texto esta muy bien redactado, solamente en la parte que dice: "Te hacían creer que a pesar de tanta maldad, no servía tener miedo [...]" agregaría una coma después del 'que' y, salvo algunas cosas que creo se pueden contextualizar mejor, la historia es conmovedora.
ResponderEliminarEl texto cuenta con una buena redacción, utiliza un vocabulario variado y adecuado, el foco central del mensaje siempre se encuentra presente en toda la historia, opino que algunos párrafos podrían tener una mejor estructura, en lo personal me gusto el texto y la historia que se narra.
ResponderEliminarBuen texto, con buena redacción, es interesante lo que se relata ya que transmite bien la historia.
ResponderEliminarSolamente organizar mejor un párrafo ya que lo considero un poco largo, siento como si leyera dos o más ideas, de ahí unas palabras cambiarlas por sinónimos, por que hay unas que se repiten demasiado en una sola idea.
En su mayoría el texto está bien redactado, sin embargo siento que algunas oraciones podrían haberse estructurado mejor y estaría bien el uso de palabras más variadas.
ResponderEliminarEs una buena redacción con cohesión y te mantiene picado en cada palabra, excelente texto, fomenta la lectura.
ResponderEliminarExcelente texto, cuenta con todos los detalles precisos para un buen entendimiento, el lenguaje empleado es entendible, cambiaría algunos signos de puntuación, pero es un texto muy bueno.
ResponderEliminarEl texto está muy bien echo, redactado y con buena coerencia me parece perfecto de lo que hables y me encanto totalmente.
ResponderEliminarEl texto es bueno, con respecto al contenido refleja un aspecto social que actualmente pasa desapercibido, esto debido a lo "común" que se ha vuelto.El texto tiene cohesión y sabe captar la atención. Solo hay que poner sumo cuidado con párrafo=idea.
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